Y paro de concentrarme en los detalles de la batería, no me fijo en la conversación ni en los instantes más raros de cada combinación posible entre reciclaje y conexión permanente. Sin reglas estoy tan entusiasmado soy uno más en esta gran explosión de robos sin pistola. Evito prometer civilización porque con la guerra de Iraq se ha quemado hasta el cielo protector. No suelo vivir en Tánger en verano, ni en las otras estaciones, pero allí tengo casa en un hotel. Camino por el paseo y las novelas policiacas confirman lo que veo que esto es un coladero, de todas formas la seguridad alimentaria está bajo mínimos y la política europea no va en absoluto por el buen camino ya lo hemos discutido las subvenciones al campo que se quedan en el barrio-de-los-ricos las subvenciones que distorsionan el mercado -¡”¿Pero tú crees en el Mercado?”!- como si hablara de Dios de Zeus de su lluvia y de la marea neoliberal que azota el corazón de España y las sobremesas con cigarrillo no autorizado, al aire libre será mentira será cierto hemos llegado al esperpento. Lo dijeron los profetas yo no creo en el fin del mundo mira el mundo es eterno, ya verás, y no me creo la teoría de la conspiración que agita constantemente la derecha porque para eso soy de izquierdas el único país europeo donde antes era el único dios verdadero el sueño de la unión produce fronteras con lo que pasa en Algeciras yo no me entremeto ¡Viva la Guardia Civil! Si además aunque controlen dejan pasar el hachís de Ketama y mejor así si a nadie le molesta, pero ya quieren prohibir hasta el tabaco en los bares querrán después prohibir que fumes en la calle al aire libre sin hablar de libertad ni hacer apología del cáncer y de los hospitales para no dar a los niños mal ejemplo seremos como buenos ejemplos siempre para fuera y esotéricos apocalipsis acomplejados en cuanto estemos dentro de casa Mi casa mi teléfono será en parte culpa de querer salud y dinero tanto años cuando llega Mozart y Durero y la Nochevieja y decimos todas y todos feliz año nuevo (“El mundo tiene a veces sabor de Noche Vieja”, se atrevió a escribir Luis García Montero).
Tampoco voy de turista desde que ya ni viajo en tren ni voy a comprar fantasías en el extranjero. Tengo una sabiduría cósmica que aprendí en un reportaje sobre Bagdad: cien veces un dolor es una serie de televisión. Evito hablar de libertad para descubrir a tiempo una posibilidad de auténtica rebeldía en los movimientos rítmicos de nuestras existencias diminutas de comerciantes hormigas programadas para envejecer ante un templo ajeno hecho de esfuerzo capitalista y de explotación y de frustración y de falta de ferocidad y de falta de violencia y de falta de tragedia y de falta de convencimiento y de falta de envidia y de una enorme frustración acelerada. El saludo a todos los poetas de Shiraz que entonan una estrofa para apaciguar a los pájaros… a las aves como hablaba Salomón a los pájaros como el niño Jesús como en la película de pajaritos y pajarracos de Pasolini que cuenta en clave irónica la historia de Francisco de Asís, -“tener alas ligeras, bajo el cielo volar” (Rubén Darío)-, así sin menos medios que los buenos modales y la sed de gracia infinita en los verbos con rima adueñándose de las paredes y de las miradas de los tamborcillos y de las ventanas de las máquinas y de las mentiras de las fechas de nacimiento y de los papeles de identidad de los crímenes y de los juicios… no tengo miedo pero tres días sin dinero no van a pasar en vano, como las brigadas al hacer su trabajo en el frente de la Guerra Civil, matando con sus ideas como se defiende al pueblo y como se combate al clero, nadie en las oficinas no quedan ni los periódicos, nadie en las calles las motos están sin gasolina nadie en el cielo no quedan globos verdes nadie en las tiendas los autobuses no circulan la gente no espera que lleguen hoy nadie en las comisarías de la cacería de estudiantes…
y a los pasdarán enrabiados. No hay enfermo como el fin de siglo de zarzuela en un crucero en primavera de la moda en el golfo pérsico con escala en las islas artificiales de Dubai. Ni botella de naufragio que no lleve a cuestas un cementerio de almendras y cerezos. No te veo. Lo siento las sirenas no son un recuerdo un volcán no es siempre una alegoría y el retorno al pasado en este siglo es un infierno para las próximas generaciones, porque venimos del horror aunque suene a tópico tremendista españolista. “Françoise qui l’observait”, escribe en Le rideau noir Jean Vuilleumier, publicado en los noventa. Más adelante, p. 74: “Il se jugeait indigne d’une telle générosité”. La prosa francófona de la Romandía es muy lúcida, se asocia bien con el paisaje blanco. Aprecio esta frase de Roger-Louis Junod en Une ombre éblouissante: “La maison, qui date du début du siècle, on la croirait immeuble locatif”, ¡cúanta belleza en la torpeza del giro del impersonal! Y un toque banal en la información casi absurda para cualquiera como yo que siempre vivirá de alquiler o como mucho en una pensión y en el mejor de los casos en una casa rural. Grito ¡Viva Zapata! Y me encierro una vez más en la revolución protocultural del neosituacionismo transgresor y hermético. El tren del vapor místico como un Moisés perdido en el desierto de las salidas al ADN del ser. Quiero opio de Kandahar desde hace años pero solo circula heroína una droga que ni me gusta ni me atrae ni me incita a consumirla y me recuerda a las mujeres con burka. Estupideces de la farmacopea de mercado y del tráfico en las antiguas rutas de la seda y ojalá tuviera un pijama de seda. Yo compro un traje de vez en cuando para que parezca que también pude ser un dandy si lo hubiera conseguido aunque no viviera en Londres ni en Nueva York ni en París un dandy de provincias. Escribo una novela cada dos años para llegar a escribir una novela antes de aburrirme y olvidarme que fui el mejor poeta de mi generación. Escribo como otras personas van a trabajar, como otras personas se ponen a hablar de fútbol y de la filosofía del fútbol porque en el fútbol hay constantemente y pertinentemente filosofía de por medio en los entrenamientos y en las tácticas y en los fichajes y hasta en las victorias, para no tener que trabajar ni hablar de fútbol ni de las derrotas de la filosofía prefiero hablar de poesía de arrogancia y de violencia de fama y de honra de perfección y de bajezas. No siento nada por el deporte desde hace años y no creo que sea bueno correr cuando tus aviones están lanzando bombas en Afganistán quemando el opio de Kandahar o defendiendo posiciones estratégicas y administrativas en el Chad, un pozo de la globalización que no tiene su sitio en las fiestas alcohólicas de la democracia representativa. No creo que el cuento de la guerra preventiva sobreviva a una prueba del algodón, pero no creo que se pueda comprar algodón sin cuento egipcio con huelga y con periodistas torturados en el dorso de la etiqueta. Derrito un trozo de hielo en el vaso de rón, medito sobre los ritmos de Le Corbusier y me horrorizo a mí mismo soñando con un piso y un coche de gasolina, sueño apesadumbrado, “porque es de noche entre silencio y uñas / y quedo desalmado como un reloj lento” (Mario Benedetti). No quiero que las fábricas se coman el almuerzo de las masas obreras sin vacaciones ni pagadas ni en fiestas y tampoco quiero ver desaparecer lo poco que queda de ilusión en el progreso de los seres humanos aunque evidentemente suene utópico y suene como el Yes we can but we can not. Grito ¡Viva Honduras! Y la verdad es que la democracia ya no es lo que era. Trato de rimar utopía con justicia y me sale romería como cuando trato de rimar cigarrillo con brío y me sale castillo. Picasso en su mansión peleándose contra Cronos como un dios del surrealismo, Picasso, -“cómo no haber amado sus grandes ojos fijos” (Pablo Neruda)-, en embriones de mamuts en las cuevas prehistóricas, estar a dos en un cuadro y besar el dolor con un pincel y un tubo de pintura. Cazador de Picassos en los despachos de Nueva York, nómada en los altos despachos de abogados dispuestos a defender a una familia saudí en sus intereses familiares capitalistas contra un fondo de inversiones en quiebra; siguiendo también la pista de cuadros de Picasso robados, como Una mujer desnuda que desapareció en Kuwait en 1991 y que los marines, me informan mis contactos, acaban de recuperar en una pequeña población de la provincia iraquí de Hila, en manos de contrabandistas de armas, un grupo paramilitar con lazos con el ejército nacional del gobierno de Al-Maliki apoyado por Irán; y por supuesto vigilando los robos espectaculares en Zurich y Estocolmo. La fama no me impresiona para eso averiguo a tientas si las telas son amnésicas. Teoría de conjuntos pictóricos o gramática de cuerdas, me da lo mismo que la renta per cápita se multiplique o se divida en cuatro. El quinto elemento siempre será el proletariado revolucionario. Ser un ser excepcional en parejas, estar a dos en los valles verdes de bosques y en las ínsulas y hasta en la noche oscura, porque somos muchos muy bien formados y jóvenes hasta cierto punto y más intrépidos que los capitanes de la OTAN cuando están de vacaciones con la familia. Me gustan las butacas de los cines y teatros aunque sean de salas diminutas en las que tienes tus rodillas en la nuca de la persona delante de ti. Compito con el director de orquesta en mi cabeza y me conmuevo con los actores en el recitado de los alejandrinos franceses y mi sudor me empapa en la butaca caliente hasta que ya parece que estoy asándome aplaudo al final y voy a beber una cerveza o una copa de vino o incluso un licor con o sin refresco o champán francés muy de vez en cuando, cuando es Moët Chandon. Me encantan las flores en el teatro en los cafés en las tiendas me encanta el uso urbano y socialmente distinguido de las flores decorativas y sin utilidad solamente ser espléndidas en un jarrón en la mesa o la ventana. Entiendo mejor la poesía cuando son versos con música, como este de Jorge Guillén: “Parlanchín, siempre inquieto, memorioso”, de su poema Un desconocido, o como estos dos tan contemporáneos y tan efervescentes de Arturo Serrano-Plaja: “ya jadeando por falta de futuro en los pulmones”, “aquel dolor antiguo que vuelve al hilo negro”, de su poema auto-elegíaco escrito en agosto de 1970 en California La goma de borrar, es evidente que la antología de estos poetas españoles en Estados Unidos es una gran antología, mejor incluso si me apuras que la de los novísimos de Castellet, que solo tiene la poética de Montalbán, el poema de Venecia (aunque sea casi cursi) de Gimferrer y salvo incluso el de Ginebra, y un poema de Ana María Moix en el que junta al Ché Guevara con un fantasma pop y un poema lírico de Leopoldo María Panero antes de la película El Desencanto. Por qué diablos siempre acabo hablando del desencanto de Panero, será para hacerme como Panero, a ver si hablando del jefe Sioux me hacen miembro de la tribu. Como pedir un helado sin tener dinero para pagarlo y no atreverse a comenzar a chuparlo. Por qué hablaré de chuparlo después de hablar de Panero. Necesito rápido un atajo, -“camino que se emprende a corazón rodante”, dice Luis Jiménez Martos-, para salir de esta encerrona posfranquista antes de que suspire “y quizá la escarcha de la primavera / llegue a penetrar en el tejido del alma”, como dice Rosa María Echeverría (Duelo entre la adversidad y la fortuna, en Arquíloco o nuestra propia voz). Cargar las tintas e insultar a Pemán, el franquista. La literatura es una guarrada en la que se hacen las bajezas de la arrogancia para descargar violencia frustrada, una reflexión aproximativa que parafrasea el adagio “la littérature est une cochonnerie” de Antonin Artaud que Leopoldo María está citando siempre como una medalla de atletismo cuando sabe que la cosa va de gloria póstuma y de souvenirs horteras de adolescente, que va de Panero poetastro, en un libro o en cuarenta, pero lo cita mal, porque no comprueba una cita desde hace más de treinta o cincuenta años, y lo cita siempre mal, con un toque popular de francés mal hablado que él cree en su manicomio que es de lo más guay, hablar francés de esa forma: “la littérature c’est une cochonnerie”, dice Panero, -“E adesso che le leggo, che ho trovato il coraggio” (Giovanni Raboni, A tanto caro sangue)-. La releche, no me habré metido con los bolsillos vacíos en un antro peligroso y esto tiene aún que ser el principio porque como todos los fantasmas en su laberinto, el muy poeta volverá gritando. El terrorismo es una más de las muchas cosas que nos une en unicidad macabra perpetuamente a un videojuegos no como en una película francesa de gángsteres o española de polis y cacos. La importancia del psicoanálisis para la militarización de la literatura jodida de las nuevas plumas promesas no se esconde en ninguna promoción de becas de ningún banco o gobierno. Cazador de Picassos como otro se dedicaría a la fontanería, pero con más riesgos para el arte. Adelanto mis opciones de compra y especulo con el valor de la sorpresa para el abogado que de repente se encuentra con una oferta muy interensante por un cuadro que está más que amortizado en su sensibilidad visual, es más, que comienza ya a aburrirle. Es un cuadro de contenido ovidiano, como tantos de la época minotaúrica de Picasso, y me recuerda el fauno de una obra de Shakespeare, en A Midsummer Night’s Dream. Shakespeare es un valor seguro en el arte, uno con él siempre está seguro de contar con máquinas y deseos y buenos actores que conforman el orgullo más auténtico de lo que queda en el siglo XXI de los restos en quiebra de los estudios de Hollywood... y de la BBC, de la larga y gloriosa tradición inglesa del teatro. Nunca llego tarde a estas citas de agresividad compradora donde me juego una comisión brutal en caso de compra fehaciente de un Picasso en manos de un particular adinerado. Trabajo en secreto para el Ministerio de Cultura desde la época de César Antonio Molina, gracias a un enchufe espectacular que me ha llevado de una mediocre galería ginebrina con un fondo goloso de cuatro grabados de la serie Suite Vollard en la que me dedicaba a ofrecer cuadros del flamenco van Velden a parejas anglófilas de Jedda para decirles en árabe salam alaikum ﺍﻠﺴﻼﻢ ﻋﻠﻴﻜﻢ, y me daban ganas de avisarles de que lo único que merecía la pena en esa galería cutre eran los grabados eróticos de Picasso, que no les podía enseñar porque si no se podía montar un follón con la pareja saudí, aunque fuera moderna y anglófila. Eso pensaba el dueño, aunque yo sí les hubiera enseñado los grabados en vez de los paisajes flamencos de van Velden: “dejo en mi corazón el vino errante” (Pablo Neruda). Digo que el milagroso enchufe me ha sacado de la galería de la Vieille-Ville y aquí estoy en la Gran Manzana en un despacho de un abogado con un cuadro de Picasso que me está haciendo esperar porque aunque tenga cita desde hace más de un mes aún no sabe realmente quién soy en concreto ni qué voy a ofrecerle. Claro que sabe que estoy interesado en general en cuadros y obras de arte, pero no sabe evidentemente que soy un zombi en este mundo y que solo voy con una misión y que esta misión es un plan estratégico en el que están metidos los intereses más delicados del gobierno de Zapatero en su segunda legislatura, -“escuelas, pan, vino, guitarras y herramientas” (Pablo Neruda)-, la compra de la obra de Picasso dispersada por el mundo de la alta sociedad internacional y retomar con el cuadro del Guernica y lo aún encontrable de la pintura del exilio en Francia lo más significativo de la nueva economía española para el siglo XXI la excelencia turístico-museística que reemplace definitivamente a París como destino preferente de los amantes del arte abstracto y figurativo del siglo XX, los mejores turistas a nivel de retorno de inversiones. Cuando espero en una sala cómoda con música y con cuadros me pongo a hacer ejercicios espirituales. La secretaria me llama. Entro, saludo, discuto, comento mi interés, ofrezco, vuelvo a discutir, quedamos para comer y cerrar el pacto la misma tarde, comemos en un restaurante japonés muy bueno, vienen sus abogados, volvemos al despacho, tomamos un café, vienen los transportistas de mis socios, firmamos, se llevan el cuadro los transportistas, el despacho mantiene su mismo aire cómodo pero con el vacío ahora de la pared, tomo un último chupito de whisky con el abogado y me despido. Misión cumplida. Viaje road-movie (de lujo) hasta California. Destino Beverly Hills. No me gustan estas urbanizaciones concebidas para coches y perros y como mucho para los padres de familia y los jardineros profesionales. Llamo a la puerta de un palacete que imita una pequeña casa blanca color rosa y donde enseguida me invitan a la biblioteca, para discutir de precios delante de un magnífico cuadro de la época rosa, comprado hace setenta años por un amigo personal de Guggenheim que se hizo inmensamente rico con las películas de John Wayne y la guerra de Vietnam (“Rumor sobre rumor. Quebrantamiento”, dijo José Emilio Pacheco). El hijo, con quien estoy negociando en esta biblioteca más que anticuada, donde parece que Go Down, Moses de Faulkner es lo más moderno, se dedica al mismo negocio, ahora con Blackwater en Iraq, por lo que abrevio la discusión y voy aún más al grano. Con tal de quitarle el Picasso, estoy incluso dispuesto a pasarme en la oferta. Ante mi sorpresa, el heredero es el primero en fijar una cantidad, que me parece muy razonable, y concluímos la operación al cabo de tres días, porque los seguros de su parte no se fiaban del todo de los documentos que presenté en nombre de mis socios. Creo que en el fondo les daba rabia quedarse ellos sin el seguro de un cuadro que les había hecho ricos durante treinta años. Me voy pitando al aeropuerto, quiero estar en París cuanto antes, llego a Roissy, cojo un metro, bajo en el Boulevard Montparnasse, viviré un año de las rentas de dos operaciones tan buenas como existosas y satisfactorias en la rue Campagne-Première, que sale en la escena final de À bout de souffle, cuando Belmondo se arrastra con tres tiros de la policía pesándole en la barriga y en la cara, y que copiará Oliver Stone en Platoon en cámara lenta y mundialmente religiosa. Me encanta el metro en París, me voy a Père-Lachaise, me voy al Louvre, me voy a la Porte d’Orléans, me voy al Quartier Latin, me voy al Boulevard Saint-Michel, me voy a cualquier punto como si siguiera las instrucciones de los juegos en el metro de Cortázar en los relatos, pero yo no voy fijándome en dónde se paran desconocidas ni determinando mi parada conforme a las decisiones de desconocidas yo me voy guiando por los criterios propios de un amante de la ciudad iluminada, -“No es el infierno, es la calle. / No es la muerte, es la tienda de frutas” (Federico García Lorca)-, de las avenidas y del Sena y de los paseos cada vez más para turistas (“de paseos franceses y de farolas viejas”, escribió vanamente Luis García Montero). Me paseo por la mañana escucho pájaros veo las fachadas la luz en las ventanas el olor de las calles, -“la mágica sorpresa del aire en surtidores” (Jaime Siles)-, con tiendas de comida rápida regentadas por turcos donde se escuchan conciertos de fondo en la radio donde se compran kebabs un tanto salados y se pueden también comer allí mismo como hacía cuando vivía en Ginebra y me iba a los kebabs libaneses a escuchar Al-Jazeera mientras Israel bombardeaba en agosto de 2006 los barrios pobres del Sur de Beirut sobre todo para aterrorizar a la población chií seguidora de Hizbolá ﺤﺯﺐ ﷲ... aliados ahora de las tropas españolas en la misión hispano-italiana que proteje el alto el fuego. Me lavo las manos antes de comer una pizza y me tomo un vino turco excelente con la pizza, pido un café y después voy a tomar un licor de pera que los suizos llaman kirsch y que sirven en las mejores terrazas de París y de las grandes ciudades francesas, cuando no están dominadas irremediablemente por el pastís, pienso en Bourges, Souvigny, Brioude, Saint-Gilles de Gard, Castres, Toulouse, Sainte-Foy de Conques, pienso en Saint-Géraud de Aurillac: escalas placenteras de una inovidable ruta por el románico francés. No estoy en contra de la cerveza alemana comprada en supermercado, al contrario, pero hoy no ha llegado la ocasión, y es cierto que en París me apetece más bien tomar tintos. Me entran deseos de perderme por las calles paseándome sin rumbo fijo, ando un poco, y después desisto para ponerme a leer algo en un café, un periódico o uno de los libros que llevo encima ese día en la bolsa con la que siempre salgo a la calle como si fuera un estudiante de doctorado preparándose para ojear grandes bibliografías de autores dispares y poco o nunca estudiados. Ando de nuevo y el calor me entra en el cuerpo color de sorpresa y efecto del cielo se acerca el mediodía y la hora de ir a comer temprano como hacen los parisinos que comen a lo más tardar a la una nunca a las dos. Es de noche las dos de la mañana leo a Marx y me duermo leo a Debord sobre Marx y me duermo leo elogios a Debord sobre Marx y me duermo son las dos de la mañana un día intenso estoy muy muy muy cansado ceno, bebo agua, me doy un último paseo, son las cuatro de la mañana me duermo de verdad sin la teoría que supere la ideología y sin la conciencia ni la lucha. Duermo. Sueño con Debord la perfección de la idea justa de Debord señalando la vigencia de lo colectivo realmente asumido a partir de la lucha feroz contra la usurpación ideológica de lo colectivo por parte de los especialistas preocupados por sus intereses espúreos de clase dominante y por los mecanismos de perpetuación como clase representante y sustitutiva del proletariado, sueño con Debord reclamando la guerra contra el marxismo ideológico (“É duro sonhar e ser o sonho,” Tudo à minha volta de Manuel António Pina). Son las cinco de la mañana duermo y sueño con las partituras de Mahler adaptadas para piano y sufro en silencio despierto entonando los primeros compases de Das Lied von der Erde. Un amigo muerto aprece en mis sueños, qué sueño más maravilloso, me despido de él, me sonríe, está como siempre cuando me despedí de él y tenía unos auriculares puestos, después me levanto, me afeito, me ducho, desayuno fuera un café con croissant y zumo de naranja español, me río con el periódico, tengo amigos en París a los que aún no he llamado, prefiero encontrármelos cuando llegue la ocasión, no quiero que tengan la impresión de que estoy tirado y les llamo para ir a dormir a su casa, y como no puedo explicarles a qué me dedico, como si fuera un clandestino, y como además prefiero estar muy libre ahora que tengo tanto dinero, procuro que lo más importante sea ahora ponerme al día con las lecturas pendientes: llenas de afiches, Argelia francesa, autogestión, banlieues, blousons noirs, comités paritarios, détournements, enragés, flics, huegas salvajes, meneurs, obrerismo, situacionistas, tercermundistas y zapatistas. Pospongo la lectura de estos monumentos de la civilización, -“hay un montón de libros. Y estampas militares” (Andrés Trapiello)-, provisionalmente: Illuminations de Walter Benjamin, traducido al inglés, Summa Theologica de Tomás de Aquino, Scritti di storia letteraria e politica de Benedetto Croce, The Human Condition de Hannah Arendt, L’idéologie tripartie des Indo-Européens de Georges Dumézil, The Tree of Life de Edwin O. James, La Comédie humaine de Honoré de Balzac, La historia de la eternidad, de Jorge Luis Borges, Teoría y estética de la novela de Mijaíl Bajtín, Les stratégies fatales de Jean Baudrillard, Cobro revertido, de José Leandro Urbina, Cosmoagonías, de Cristina Peri Rossi, Les liaisons dangereuses, de Choderlos de Laclos, El castillo, de Franz Kafka, La asamblea de las mujeres, de Aristófanes, Indiculus luminosus de Alvaro, Apologeticus martyrum de Eulogio, La Rama dorada de J.G. Frazer, Etimologías de Isidoro de Sevilla, Diario de una ocasión perdida, de José Vidal-Beneyto, Minima Moralia de Theodor Adorno, De bello Grabnatensi, de Antonio de Nebrija, Obras Políticas y Pacifistas de Juan Luis Vives, Traité de la maison intérieure de Saint Bernard, Unsecular Man: The Persistence of Religion de Andrew M. Greeley, Libro conplido de los iudizios de las estrellas de Abenragel, Le deuxième sexe de Simone de Beauvoir, Cartucho, de Nellie Campobello, The Decline of the West de Oswald Spengler, La C.N.T. en la revolución española, de José Peirats, Les grands cimetières sous la lune de Georges Bernanos, Le roman d’Alexandre: légendaire médiéval de Armand Abel, S/Z de Roland Barthes, Introduction au Coran de Régis Blachère, The Medieval Alexander de George Cary, Stanze. La parola e il fantasma nella cultura occidentale de Giorgio Agamben, The Origin and Meaning of Courtly Love de Roger Boase, Totem und Tabu de Sigmund Freud, Tristes tropiques de Claude Lévi-Strauss, No logo: el poder de las marcas, de Naomi Klein, Mémoires d’un touriste de Stendhal, España invertebrada, de José Ortega y Gasset, Marinero en tierra, de Rafael Alberti, Ética a Nicómaco, de Aristóteles, Moby Dick de Herman Melville, […], corriendo, parándome a respirar y andando con paso rápido, cruzo la puerta de Jerez, me subo en el tranvía, llego a la Plaza Nueva, sorteo la marea humana que a estas horas, entre las ocho y las nueve en primavera, inunda la calle Sierpes, llego extenuado a la Campana, me meto por la calle Trajano, y corro con todas mis fuerzas para llegar a la Alameda, no puedo más, me falta aire, pero sigo andando con paso ligero, hasta llegar a la otra punta, allí me esperan, están los dos, él con el cuadro empaquetado y ella al lado, les saludo rápidamente, se nota que estamos los tres enormemente nerviosos, de repente, cuando he sacado el fajo de billetes de mi bolsillo izquierdo, Pedro me inmoviliza por detrás mientras que Nieves me clava un puñal en la barriga, con la fuerza suficiente para que la hoja se quede metida, y me dejan tirado en la calle, desangrándome y sonrío cantando las emisiones de gases de cultura atmosférica sin efectos de calentamiento erótico que me permito enlazar como si las cosas del Ártico no fueran conmigo se llama fingir que no hay peligro se llama envenenamiento estamos en la era del descubrimiento, me remito a los hechos del ocultismo chamánico y a las leyendas de los secretos y al secretismo de los caballeros de las Cruzadas me remito a la picaresca en España me subo en un todoterreno a comer potro sin freno voy por Despeñaperros vaciando mi cuerpo de compases extranjeros voy por la velocidad voy por la lluvia de dinero de Zeus voy por Marx contemplo Las Meninas de Velázquez una vez más en Madrid contemplo la furia de la piel al llegar el mes de abril comprendo la ilusión de la Guerra Civil por acabar de una vez por todas y sin que sea la última expeditivamente apasionadamente con escopeta y panfleto con el sistema caciquil, mientras que los jóvenes alrededor comienzan a reaccionar y se abalanzan para socorrerme, escucho las sirenas de una ambulancia, ya están aquí los policías, pero todo parece un decorado triste de violencia callejera para que los demás puedan asegurarse días más tarde de que he caído por mi propia culpa en una trampa mortal que acaba definitivamente con mi carrera y mi piel, de la que solo se recordará la herida de corte zurdo como aviso para novelistas.