viernes, 25 de diciembre de 2009

Concierto de Navidad

Poesía y poetas. Vaya.


Hubo un primer poema, en algún momento; alguna vez alguien lo compuso, y ese fue el primero de todos, no importa si el segundo nació un minuto después a varios miles de kilómetros de distancia del primero, o demás estupideces. La poesía nació por sí misma sin necesidad ni de poetas ni de críticos ni de cafés ni de imposturas ni de sacrificios. Brotó. No fue necesaria ninguna historia de la literatura, ninguna tradición identitaria. Cuando nació, nació por sí misma, sin parangón, pura y totalmente nueva y fresca.



Si la poesía brotó por sí sola sin necesidad de grupos, editoriales, concursos, tendencias, movimientos, replicantes, impostores, envidias, resentimientos, traiciones, vanidades, lecturas, presentaciones, firmas y todo lo que caracteriza al maravilloso mundo literario contemporáneo, ¿podrá brotar con frescura entre tanta mierda, tanta metapoesía, intertextualidad y demás refritos? Un poema que necesita el peso de su propia tradición para explicar su postura (o impostura), es un fraude, un pleonasmo, una broma.



¿Paso? Sí, creo que paso, ¿no?



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