Será triste el otoño en la ciudad y los bares de camioneros y de asesinos
Y felices serán sus pasos seductores con sus amantes elegidas con cuidado
como una colección fechada ayer o en los noventa de atletas viriles y fornidos
abusados por la bebida y la venganza
de sus madres y de antiguos agravios. Así es el márketing.
Mala-Leche, traficante ya maduro de canciones y experiencias
como un pastiche vienés, o una tumba abierta, o un manicomio de maricas en la posguerra
está dispuesto a entregarse a la prensa
está dispuesto a venderse a la tele-TV
está dispuesto a encender su penúltimo cigarillo
y confesar su mecanismo angustiado de escritura
ante un comisario divorciado de provincias.
Esto no puede ser una película, -piensa o especula-, sino a lo sumo un mal ejemplo
del dolor cotidiano de nuestras redenciones sociales en la vida americana.
Si las ganas de creer en la cicuta
ResponderEliminaramenaza, pecho a pecho, en el costado,
si en las fotos lentamente aquí a mi lado
me la encuentro en el ardor de la locura,
Es por no caer cayendo en la ventana
como caen las hojas secas en mi barrio
es por no salir corriendo el calendario
como ruedan los guijarros sin las ganas,
Cazaremos como moscas los horarios
de los trenes que resuellan y proclaman
contrasenias, bombarderos caducados
perderemos, despacito, la paciencia,
y los ojos de buscar en el pasado
la excelencia de ser siempre exagerado.
Ya me suena: tu cicuta es un soneto
ResponderEliminarque responde a lo terrible de esta vida
a quemarropa y apenas encendida
por versos de un ardor incompleto.
No me extraña: somos tipos discretos
que robamos al destino una comida,
una escopeta con balas desatendidas
dispuestas a meterse en un aprieto.
Moriremos algún día de repente
y verán que lo que aquí está escrito
era más cierto, era voz, era rito.
Ya de cavar esta tumba me derrito,
que de armar este soneto soy consciente
y se lo doy al cielo y que Alá me cuente.