jueves, 15 de octubre de 2009

Prenda encogida

Oh, sol, no te conozco, no debería conocerte.

El dolor se estira y se contrae y el movimiento es marrón,
marrón oscuro cuando acuchilla con los ojos cerrados.

Yo:
balsa que se desliza en las mareas de esta cabeza,
doy vueltas y vueltas porque pienso como una lavadora.

Oh, sol, no te conozco, no debería conocerte,
aunque sólo cuando secas mis palabras
se las pone de gala la gente.

Centrifugo. Pienso. Revoluciono el eje para que todo gire. Inundo. Enjabono.

Pero me duermo con el ruido molinete,
floto sobre aceites quemados,
no veo cortinas de seda en ningún sitio.

El sol se tañe en los timbales de mi sien,
se dilata en esta prisión de lavadora.

Y es tan pequeña esta cárcel,
que se me encogen los ojos de pensarla tan caliente.

Oh, sol, no te conozco,
no debería conocerte,
al menos;

desde luego,
no en este plano sin sombra,

... con estos ojos tan pequeños.

...
...
...
..
..
..
.
.
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