lunes, 30 de noviembre de 2009

Ayeres y otros mitos

¿Dónde has estado?

Claro,
y por qué no,
"de cuando el aire eran promesas
y la luz eran filtros de olor de lluvia".

Sí,
olía a lluvia hasta en el desierto,
y qué rico el mosaico,
la vista grande,
cercana,
oler la luz,
beber el aire,
ver el sabor,
tocar con la mirada,
bailar su corazón,
el de cualquiera,
y sobre todo alcanzar la ceguera blanca de la muerte.

Pero el olor a barro lo es de ozono,
la lluvia huele a gas de átomos gemelos,
el saltinbanqui descubrió su alma,
tras ser tierra,
árbol, madera,
Pinocho
y burro.

Pero no importa,
¿recordar cuando el mundo pertenecía
a mis pestañas?

Qué pequeñas eran vistas sólo con los ojos...

Subir las torres de las farolas,
beber la lluvia de vino,
saltar como hojas secas
entre los corazones huidizos de la gente
-y entre los afectuosos,
hojarasca,
tormentas,
tornados con que firmar el suelo...

¿Dónde has estado,
cuando los cristales rotos
nos hicieron heridos,
yonkis de la poesía del gemido?

Amigo,
las botellas rotas
no se fueron como nuestros
ánimos de bronce,
fluyendo con el fuego...



Ahora, toca eliminar la herencia,
y obligar a los faisanes a que vuelvan
a arrojar sus plumas por las corrientes
del arroyo...


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