Hay un hormigueo que ronronea
en el silencio más profundo del oído,
o en el vibrante juego de fricción
de la piel consigo misma;
en la vista que enciende los espacios
o en el sonido inflamado por las llamas
prendidas del arpegio.
Pero, ¿qué arpegio?
El de las tres notas-madre
que rebullen en la sangre,
separadas de la mano,
como fuego, sed y hambre...
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