viernes, 6 de noviembre de 2009

Cuento de Navidad

Hay algo que no funciona bien en mi reloj.
Salgamos a dar un paseo, había dicho, hacía invierno despelucado y robábamos mecheros para la noche, salgamos a dar un paseo, los árboles encorvaban sus dedos y encendimos lamparillas de papel con una vela dentro, así no nos perderíamos.
Ven, vamos a mirar aquí dentro, dijo, una puerta en una esquina, no estaba encendida, hacía tanto frío, despacito sin hacer ruido fuimos asomando los pies y la cabeza. Allí estaba. Quiero decir, allí estaba ella misma, bien vestida, parecía una oficina, olor a informes y a naftalina nueva. Yo se lo dije, le pregunté eres tú? y ella contestó parece que sí. No nos vió. Sonó un teléfono muy moderno y, al contestar, hablaba sobre un reporte, no sé, unos porcentajes, unos números y una cuadratura de una cuenta completamente desconocida. Yo le volví a preguntar eres tú? y me volvió a responder no puede ser, yo no soy exactamente así, además yo estoy contigo. Estaba muy bien vestida y llegó un señor también bien vestido, parece que habían quedado para cenar, recogió las cosas y antes que se dirigieran a la puerta, ya estábamos fuera. Fuera otra vez con el frío, y qué frío, cogimos las lámparas de papel y salimos corriendo, por si nos veían cuando salieran, pero no salieron. Teníamos dos mecheros y con eso nos calentamos un ratito.
Había luz en una ventana allá al final de la calle, vamos a ver qué hacen? venga. Mientras nos acercábamos íbamos oyendo la voz de un señor que hablaba seriamente de algo. Al asomarnos por la ventana vimos que había más gente. Estaban sentados en fila mirando a un señor de pié, con gafas y camisa de cuadros. Escribía cosas en una pizarra, cosas raras que no entendíamos. Eres tú? me preguntó, no puede ser, le dije, yo estoy aquí contigo. Sí, eres tú, me dijo, yo le decía que no. El señor hablaba de cosas importantes, parece que quería demostrar algo y todos le escuchaban con interés. Pegamos tanto la nariz al cristal que una de las personas nos vió. Inmediatamente huímos de la ventana. Ella se reía diciendo eres tú, eres tú que no, cómo voy a ser yo?. Ya no vamos a ningún sitio más, vale? vale, vámonos a casa.
Y qué frío hacía. Más frío que en la barriga de un frigorífico. Volvimos a casa y, por el camino, cogimos otro mechero para la noche. Mañana volvemos, a ver qué hay aquí, esto es muy raro. No, yo no vuelvo. Y eso?. Me da miedo. Miedica. No te metas conmigo. Miedica miedica miedica. Hasta que nos quedamos dormidos.

1 comentario:

  1. Querido Búfalo, he puesto las eñes para optimizar la lectura, y he corregido un par de errores de tecleado. El cuento me recuerda a las aventuras traviesas de niños en la posguerra,por poner un marco cronológico, y me seduce mucho el juego de las identidades dobles. Un delicado entrelazado de sueños y ficciones en bucle. ¿Podrá cerrarse en la nieve?

    ResponderEliminar