sábado, 9 de mayo de 2009

Testamento de un cadáver de las Letras

Tengo apenas treinta años
y es como si tuviera cien.

Después de mis estrenos y de guisar el éxito del estilo en cada noche idéntica
beber la risa de los más grandes del cine y reírme de las musas de los jóvenes nocilleros
superar a Isaac Rosa, Manuel Puig, codearme con Panero, Leopoldo María, y Carlos Fuentes
mentir a los políticos y besar a las cantantes,

el mal poeta que soy se sienta en su pequeño paraíso bibliográfico
de libros digitalizados del XIX
época de Hegel y de Marx y de George Sand
y emprende un retorno a los principios del positivimo y la retórica
de la historia, la novela larga y en serial, los antiquaires y los inventores
del nuevo mundo
aquel que se le escapa
cuando lo que estalla no es su cuerpo por quien ama
cuando se descifran solos los poemas del sufí al-Shushtari en el silencio zen de las estanterías

viejas.

1 comentario:

  1. Treinta y cien

    Lloviendo en cascada Leibniz, Goethe y Feuerbach
    quemando las naves de Brecht -siempre es Brecht-
    volviendo al futuro al asalto prodigioso a la pirueta
    a palabras que se mutilan en abreviaciones
    y el blancoynegro de cada día.

    Naufragaremos el avión en la bahía del costado
    haremos sí haremos como Schiller en el Jenzig
    lloverá y los Otonios traerán el humo
    de Wittengstein de Riefenstahl de Neo Rauch
    y las tripas encogidas cuando se oiga
    Jedem das seine.

    El exilio poliniza
    de lunares gitanos el pecho
    sólo queda germinar.

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