Quien camina mira al suelo,
a la tierra,
interroga al horizonte,
se moja bajo la lluvia y persigue
el nacimiento de los arcoiris.
Otros,
quietos, satisfechos,
miran sus pasos y miden sus saltos
y su quietud suspende la inquietud de sus gestos.
Siempre susurran lo mismo:
abandona la esperanza,
la palabra, la semejanza
de las garras,
y hazte planta, flor de Osiris
que renazca en el mismo desierto...
Libre de ningún propósito,
los pasos se alimentan del heroísmo
de lo inmotivado,
y vive el caminante
de su séquito de contrarios,
como un enjambre del que hay que sacar miel...
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