miércoles, 16 de junio de 2010

La lluvia verde.

La razón, ¿Qué otra cosa podía ser si no? Aquella linda mujer odiaba dar la razón quizá precisamente porque a menudo carecía de ella, por supuesto era un contraste muy divertido el que hacia aquella mente tan recta en aquel cuerpo tan curvado...
pero...
lo curioso era que hubo un tiempo en el que creía en Dios, así que sin el menor ánimo de triunfar me propuse a mí mismo el estúpido plan de llevarla de vuelta al camino de la fe, a través de la razón, incluso más aún, que albergara por un momento la hipótesis de robarle a alguien sus creencias naturales a través de razón, incluso más aún de una vasta confabulación para mantener los intereses terrenales de unos pocos en el teatro capitalista o lo que quiera que fuese...
El cuerpo, su bello cuerpo, que desde tiempo inmemorial había querido instaurar su reinado en la tierra, el imperio de la materia, del consumo, el sistema capitalista, la escisión del espíritu y el reino de los tiranos...
¿Qué os parece? ¿No es increíble?
El espíritu abandonado, una vez conseguida la forma de asegurar el alimento del cuerpo a través de la razón, vivir dejada la vida en manos de los músculos y de los huesos, mientras el alma se muere fuera de pura desnutrición...
La naturaleza muerta insensible al reino del espíritu, a la sensación de participar de toda la naturaleza desnuda.
Y efectivamente cuando ella venía de vuelta a mi casa, un viento suave movía los copas de los árboles, casi dándome la razón, un viento que hacía caer tantas hojas que ella se sentía bajo una lluvia verde.

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