lava la sombra del fin del dolor;
rompe la rosa que tapa la lluvia,
mancha el sonido de la vibración.
Lame la lupa de la voz de luna,
lanza el sonido de luz tulipán;
corta la tapia de la risa amarga,
viste tu casa con el sol de Pan.
Todo el ocaso de la zona libre
está endemoniado por la ficción;
tu amor y tu nombre se mezclan de golpe,
remanso de olores en la insurrección.
La casa de rosas expande corales
vertiendo en las aves un trozo de anís;
la boca que toca los cien cereales
reparte la brisa en la voz de Asís.
El Búfalo canta que quiere la sombra
del cielo que vio cuando se fue a París
y escribe sin tregua postales de loza
fijando en lo eterno lo que vio en Berlín.
No cantes si acortas el vuelo al volante.
No huyas del beso del alquitrán,
respira el respeto de las amapolas,
un opio secreto como un tobogán.
Memorias del lobo deciden prisiones
pidiendo en los hombres la ingenuidad,
perdiendo las fauces en las estrellas
por poco que sueñes con ser capitán.
Repito los versos que escribí llorando
pensando en lo mucho que te conocí
y ahora que leo en los pasos contados
de la memoria mía me desprendí.
Caballo sin vallas llanura de cobre:
la voz de la lluvia nos violentará
firmemos la zambra de la mañana
con vino de oro y la plata final.
¡Coge la flor de la fosa inmortal!
Revuelve la cresta que te pica el cuello.
La voz que preparo reventará los cimientos
de esa flor del honor que te ofrezco sin más.
(Si te llaman poeta no respondas jamás)
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