viernes, 20 de marzo de 2009

Los olvidados de Luis buñuel


He disfrutado mucho viendo este drama social, que mantiene siempre la tensión hasta el final y demuestra que el genio aragones podía saltar del mejor surrealismo a al realismo de más bella factura y todo sin la apariencia del menor esfuerzo.
Varios guiños, como cuando los personajes sueñan y la película entra en su interior nos recuerdan que ya había sido antes un maestro de lo onírico, pero sin salirse demasiado de la historia, sin pasarse, con gran sentido del tempo...
Luego vemos reminiscencias del Lazarillo de Tormes con ese ciego tan grotesco que apunta lo universal de la literatura española y todo con aire de cuento moral con un lejano aire atávico.
Es una obra maestra que te deja tan buen sabor de boca que cuando termina sigues pensando en ella un buen rato.
Los suburbios de la ciudad. Hace poco he leído un libro que ha pasado años desprecidado en mi mesita de noche, una pena. El caso es que me lo mandaron leer a la fuerza en el instituto y le cogí manía. De todas formas Tiempo de silencio me ha parecido una obra muy compleja y demasiado madura para un joven de diecisete años. Ahora que tengo treinta y tres puedo luchar contra la densa muralla de palabra que magistralmente Luis martín santos va tejiendo con increíble profusión.
La ratas, las chabolas y probablemente un régimen insensible que nadie tiene tiempo ni ganas de criticar a menos que se haga de soslayo.
Todas las tramas de la vida que van revelando sutilmente atrapándote apenas sin que te des cuenta.
Los olvidados es una obra con ese mismo aire maldito. Sin embargo una extraña fascinación se va deslizando poco a poco entre el premoritorio final. Hay algo bello en la crudeza de su personajes y en su juego cómplice.
Creo que era una de las preferidas de Julio Cortazar y no me extraña, porque Buñuel tan fresco como siempre demuestra una vez más su priviligiada manera de captar el lado oscuro de la mente humana y sin renunciar en ningún momento a la lucidez deja de escena en escena un rastro de perfume a sublime delicadeza.

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