Era una delicia para los sentidos, por fin todo en silencio.
Incluso le apetecía una cerveza, algo imposible, aunque por lo menos sabía
donde tomar café.
¿Asesinados? ese día cincuenta murieron. Sus hogares destruidos.
Todo vale contra el fervor. otros como si fuera la ruptura del ramadán, se preparaban para comer después de largo tiempo.
Había dejado su móvil conectado a un inmenso grupo electrógeno, la ciudad carecía de electricidad.
¿El silencio? el tiempo apremiaba, sólo pasarían tres horas hasta que todos ellos volvieran a sus escondrijos mientras el ruido de los merkava ensordecía también, los oídos del reportero vivo, tal vez hasta mañana.
andaba entonces
ResponderEliminarfingiendo que era imposible.