Salpican sus gotas sobre mis ojos,
refrescándolo todo.
Es un manantial que se inunda,
se anega y se hace río,
y brotan por mi pelo chapoteos
de cascadas de montaña.
Alcanzan mi piel,
la erizan de frío,
trinan gotas de cristales
por mis oídos ateridos,
y salpican sus gotas en mis ojos,
refrescándolo todo,
… sueño ecuatorial
del derramar de un verso...
Las lágrimas de Eros, decía, el uno, las riendas del carro del Sol, decía el otro, la vaca de los cuernos de cristal, me decía yo.
ResponderEliminarBajábamos los tres por las grietas que conducen al tesoro de los meteorólogos. Paraíso prohibido.