domingo, 1 de noviembre de 2009

Revoluciones

La siguiente edición del periódico traía más de lo mismo. Tirones de manta, trampas bajo la mesa y bofetadas carísimas. Regalaban estampitas de jugadores de fútbol y cupones para una vajilla. Séneca argumentando las derrotas del Betis y cuatro pisos más arriba, en una mesa frente a la ventana, el otro Kerouak empieza otra vez el nuevo tema de una asignatura que siempre suspende. Dice que en realidad es Homero, pero quiere viajar y como no tiene dinero, se lo inventa. Es divertido leer cómo se imagina la India o Japón. Su novia se pasa casi cada tarde a la hora del café y a veces se queda a dormir. Él quiere trabajar, dice que está cansado de esperar y que lo que le interesa es el dinero y ella insiste en que tenga paciencia, que siga intentándolo, que merece la pena; él piensa, de alguna manera, que es un héroe, lucha por el amor de su chica y sufre por el destino; ella piensa que ya sería hora de que despertase, le cura con las palabras, entra en sus suenios para arreglar su fiebre de justas y honor y, a veces, él se entera.

Neptuno ha vuelto a la ciudad, tiene mil historias que contar, hemos quedado a las once en El Chiringuito, vendrán el Marqués del Azafrán, Ofelia, Caperucita y el Rey de Bastos, vendrán Sigfredo, El Cid y Ben Sahl. Brecht pone las copas, y en la esquina, Proust sigue intentando afinar la armónica. Si quieres ayudarle, inténtalo, te llamará perdedor sólo por haber nacido, o algo peor, todo sería carnavalesco si no fuera por la otra Paris, la Hilton, una yonki con un excelente gusto para los foulards, todos alaban sus joyas de plástico y ella se envuelve con orgullo en su noble chaqueta vieja, está orgullosa, hoy ha sido una buena noche, ha juntado casi trece euros y con eso puede vivir un día más, hay que celebrarlo, yo le invito a un botellín que se deja olvidado cuando un viejo la llama a voces desde la esquina.

Después, cuando se cuelgan las estrellas, lo mismo te encuentras a Einstein que a Madam Curie, Marco Antonio habla con el violinista de la esquina, se llama Federico, es poeta y vende una maría espléndida. Al otro lado de la acera, el Fantasma de la Ópera y Don Juan gritan borrachos a dos putas que turnan la guardia para los corazones abandonados, son Friné y "la Bardó", las catedráticas de la Casa de las Sirenas, por diez euros se lo dejan, ellos andan demasiado borrachos, una pandilla de punkis les ofrecen un litro y al rato recitan a Joyce de memoria. Y lo único que queda después de que desaparezcan las sirenas de la policía es el sonido de la escoba de Don Quijote, que se ha sacado una plaza de barrendero porque otro está enfermo.

Recuerdo que me dijiste algo de la revolución. La revolución. Mira, de buena gana me agarraba a las armas, me travestía de soldadito y me ponía al mundo por montera si no fuera porque todo esto me parece cojonudo. Sabes?, todos los ratones nos acabamos encontrando en los rincones más exquisitos. Es lo que tienen los malos momentos, que nos hacemos más hermanos. La Moneda sigue en obras y será divertido hacer una fiesta allí cuando se abra de nuevo. Me lo he pensado mejor, cuenta conmigo para lo de la revolución, de perdidos al río. Bombardearemos con libros las universidades, haremos mil revistas realmente interesantes y fundaremos un grupo de teatro, y cuando acabemos, moriremos tranquilos sabiendo que nos hemos comido una mierda olímpica, pero que, al menos, lo hemos intentado.

Cuenta conmigo. Apúntame en esos papeles revolucionarios, pero no me des responsabilidades porque de noche me espera mi Paris, la otra Paris, me espera "la Bardó" y "la Cítrica", y los punkis son como la familia. Sin ellos todo es aburrido. Nos vemos ya sabes dónde. Me alegro que todavía pienses así. Un abrazo. Ten cuidado con el almidón, que engancha.

1 comentario:

  1. Voy a soltar una sobre la conciencia de clase que te vas a enterar. Un abrazo.

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