Oh granjero de la insurrección, tu bastón azota el trasero
columpiando en la noche a los cow-boys de la macarena.
Ya la presión de gafas deformantes triunfa en la arena
y para tropezarnos con el éxito invocábamos un pudor bajo en textos
y la humildad del barrendero de amoríos y follajes.
No hay nada que recuperar de los fogones de la decadencia,
pero sí un cargamento de hachises y un barril de buena cerveza.
Sargentos de la genialidad, los corazones de guardia
sacudían alegremente las filmotecas de la pobreza.
¡Oh granujas de la felicidad! Vuestros paseos por el cielo
han dejado un rastro apestoso de soberbia y poesía.
Los favores de la variación esculpen instantes fugaces
en la reunión imposible de los granujas y las musas.